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No se disipa la niebla de silencio sobre los 43

A cuatro años de la desaparición de los 43 estudiantes de la normal rural de Ayotzinapa, Carlos Beristáin, uno de los cinco integrantes del Grupo Interdisciplinario de Expertos Internacionales (GIEI) que integró la CIDH para investiga el caso de manera independiente, repasa su experiencia y habla de los retos del Estados frente a este "hecho traumático" para la sociedad mexicana.

Beristáin es médico y doctor en psicología, con una larga experiencia en mediación de conflictos en distintas partes del mundo, como El Salvador, Guatemala, Colombia y El País Vasco. A partir de su experiencia en la investigación de la desaparición en Iguala de los 43 normalistas, escribió el libro El tiempo de Ayotzinapa, donde lleva al lector de la mano por la investigación que emprendieron los integrantes del GIEI.

´¿Cómo comparas lo que sucedió en Iguala con otros casos de violencia en los que has estado involucrado? ¿Qué particularidades tiene la desaparición de los 43 estudiantes en Iguala?

Primero, estamos hablando de México en 2014. No estamos hablando de Guatemala en los 80. Estamos hablando de un fenómeno contemporáneo, en un país complejo, cosmopolita, con mucha pobreza también, pero con una enorme cultura, con todas sus contradicciones de la propia violencia aquí.

Cuando tienes un hecho traumático de estas características o una situación de violencia como la que vive México, tienes que tratar de entender el por qué. Mucha gente se preguntó: por qué es posible tener un caso así, a qué lógica obedece. Nosotros (el GIEI) hicimos ese análisis.

¿Es un caso contrainsurgente, es un caso de narcotráfico, es un caso de ataque a un alcalde por un evento político? Es decir, tratamos de buscar las hipótesis que nos ayudaran a entender muchas de esas características.

Ahí encontramos las hipótesis que muestran la relación del narcotráfico y su colusión con autoridades de muy diferente nivel, y la protección de un negocio (el narcotráfico) como parte central de la motivación de la agresión.

Por otra parte, te enfrentas a un hecho masivo. La desaparición de 43 personas no es fácil. Significa un operativo grande, complejo. Ocultar después el destino de estas personas tampoco es fácil. No es el hecho del operativo en sí, sino también lo que viene del ocultamiento: ocurre en una noche en la que hay vecinos, gente que observa, coches que pasan, autoridades militares que van a la comisaría donde supuestamente deberían estar los detenidos, policía federal, policía estatal. No estamos hablando de un lugar recóndito en la selva, en la que eso ocurre en un contexto de ocultamiento, y eso también es insólito como hecho.

En términos de la versión de los hechos, de la investigación, fuimos viendo que trataban de cerrar un caso sin hacer comparación de las pruebas para tratar de dar por hecho que no se iba a poder encontrar nada, que había una última explicación: 'Los jóvenes fueron hechos cenizas en este basurero y se acabó'. Lo que nosotros descubrimos es que eso no era cierto.

Eso te muestra que alguien tuvo prisa por cerrar el caso y por dar una versión de los hechos. Esto sucede muchas veces en los casos de desaparición forzada: se teje una niebla de silencio o de ocultamiento alrededor de la información y esto ha pasado, desgraciadamentem en otros casos en México.

Son formas de violencia más complejas. Es la lógica del narcotráfico y el control de la plaza. Es una lógica en la que se mezclan los intereses políticos y económicos, y el control del narcotráfico con la colusión de determinados niveles de autoridades, no solamente municipales, que tuvieron participación esa noche o que no investigaron o que no hicieron lo que tenían que hacer. Ese conjunto de factores te muestra una problemática muy compleja.

El caso Ayotzinapa es un hecho masivo, que ocurrió en medio de una ciudad, con una versión que trata de cerrar todo en lugar de buscar el hecho en profundidad. Todos estos elementos llaman la atención de algo que es importante para nosotros como GIEI: la relación de violencia, violaciones de derechos humanos, corrupción política, económica e impunidad.

´¿Qué papel jugó la impunidad en la trama de esta historia?

La impunidad funciona como un factor que realimenta esa espiral y es el punto que nosotros señalamos que habría que quebrar en el caso. También señalamos en nuestro informe aspectos estructurales que hay que quebrar en México para que haya una trasformación de la sociedad y para que el caso Ayotzinapa no sea el futuro que le espere al país.

ECHAN POR TIERRA 'LA VERDAD HISTÓRICA'

Durante su estancia de 14 meses en México, el GIEI elaboró y presentó dos informes que resultaron fundamentales en la investigación al echar por tierra "la verdad histórica" que ha defendido el Gobierno federal, pese a las pruebas ofrecidas por los expertos internacionales.

Al respecto, Beristáin dice: "Los informes tenían que tener la solidez de las pruebas, el contraste de las informaciones, la verificación de los testimonios, el análisis de las hipótesis, todo eso tenía que ser sistemático y preciso porque estábamos frente a una verdad controvertida y teníamos que esclarecer cosas. No emitir opiniones, no poner calificativos para evitar que la discusión se fuera a los calificativos y no a los hechos.

"Las pruebas están en la mesa, publicamos nuestro primer informe y nadie ha controvertido la verdad que nosotros descubrimos con pruebas y con datos. Puede que gente escriba sobre cosas y dé sus opiniones y tergiverse las cosas, pero los hechos hablan por sí solos y hay que hacerlos hablar. Eso es lo que nosotros escribimos en los informes".

Villoro dijo de tu libro que es la historia privada de una verdad pública. ¿Qué tenías que contar en tu libro?

El libro trata de llevar (al lector) de la mano a nuestro trabajo, a los escenarios y las situaciones en que nosotros nos vimos. A las reflexiones que yo me hacía desde diferentes contextos para entender lo que pasaba porque no sirve sólo entenderlo desde una descripción de lo que nosotros descubrimos. Eso te da una dimensión de las cosas, pero sólo en determinados detalles te das cuenta de la profundidad de la experiencia, de lo que eso significa. Sólo se puede contar en un lenguaje así, más narrativo, que ayude al lector a venir con nosotros a los diferentes lugares de la experiencia.

Además, primero tenía que contarlo para poder vivirlo, porque es una historia que no se puede vivir si no se puede contar. Escribí el libro en un intento de procesar lo vivido, entenderlo, volver a los lugares.

Cuando terminamos nuestra estancia, todos terminamos shockeados por el trabajo, por la intensidad. Nunca habíamos enfrentado una campaña de ese nivel de intentar desprestigiarnos personalmente, de cosas absurdas.

El libro nació como un ejercicio de procesar parte de lo vivido, de escribir sobre ello y poder contarlo a otros para que pudieran tener una dimensión de lo que eso significó y también de los aprendizajes.

No solamente es un libro que ayuda a entender lo que nosotros hicimos, también tuvimos dificultades, aprendimos, logramos. También ayuda a entender lo que significa la lucha contra la impunidad en los países, la defensa de los derechos humanos, el trabajo con las víctimas, el tratar de mover al Estado hacia planteamientos más abiertos en la investigación y cómo confrontarse con eso.

En términos de sentido, lo que para mí más pesó fue el poder contar una historia digna del sufrimiento de este país: la historia de los familiares y los normalistas. Porque ha sido parte fundamental de nuestro trabajo, y porque creo que la empatía frente a las víctimas es una fuerza clave con potencial transformador en la lucha contra la impunidad. Sin la simpatía, con la indolencia, con la estigmatización no se va a ningún lado más que a perpetuar el sistema de violencia y de exclusión y de marginación.

LA INSENSIBILIZACIÓN, EL GRAN RIESGO

-¿Ves un país empático con el caso de los 43 estudiantes?

Yo he visto un país que se ha movilizado y que ha sido un ejemplo de esa movilidad. Es un ejemplo para otros países de movilización muy importante. Sin esa empatía y sin esa indignación por ese hecho no hubiéramos estado nosotros en el país.

También hay, obviamente, estrategias, o sea, hay una acumulación de hechos de violencia que al final terminan invisibilizando el sufrimiento. Hay riesgo en eso: la insensibilización. Te puedes insensibilizar como una forma de enfrentar esa situación. La sociedad se puede insensibilizar frente a los casos que se acumulan. Decir: 'no hay respuesta, no sirve de nada lo que hacemos, mejor nos adaptamos a esa situación y punto'.

Eso sí me parece que es bien problemático. Eso sí creo que es un punto de quiebre que se necesita en México. Quebrar ese sentido de impotencia aprendida o de, a veces, insensibilidad, de generar un discurso, incluso un lenguaje que minimiza los hechos. Contra esas cosas sí creo que hay que combatir porque eso nos lleva a un escenario de deshumanización, que es un escenario muy negativo para una sociedad con una democracia.

´¿Un país puede curar heridas como Ayotzinapa?

Yo creo que esas heridas se pueden curar con el bálsamo del respeto. Hay cosas, obviamente, que eso no va a quitar y hay que aprender a vivir con ellas.

Creo que necesitamos encontrar el punto en el que esas experiencias de violencia, que son experiencias traumáticas y no sólo marcas en la historia personal o colectiva, sino también son desafíos que enfrentar, que generen empatía, movilización, construcción. Obviamente, habrá dolores y sufrimientos que no se van a pasar en ese sentido, pero creo que hay un sentido positivo de construcción de ciudadanía, de sociedad, de reconstruir el tejido social que sí es muy importante.

Necesitamos sociedades activas para enfrentar esa situación, que no se dejen atrapar por la pasividad, por la impotencia hacia eso. Pero se necesita ese bálsamo de respeto y deben estar también las políticas institucionales que abonen en esa dirección.

´-De estas políticas institucionales, ¿cuáles serían algunas fundamentales qué tendría que llevar adelante el Estado mexicano?

Primero tendría que escuchar a las víctimas, quitarle el miedo a la gente. Construir un compromiso efectivo que trasmita confianza. Una de las primeras cosas que la gente nos dijo cuando llegamos a Ayotzinapa fue: 'la única gente en la que confiamos son ustedes, no tenemos ninguna confianza en el Estado'. Hay un quiebre en la confianza.

Tienes que dar pasos que generen confianza, tienes que poner encima de la mesa muestras de confiabilidad y eso significa dar respuestas a ciertas demandas que tiene la gente y ser consecuente en el comportamiento. También significa hacer gestos simbólicos de cómo estás dispuesto a cruzar al otro lado y no ver a las víctimas como el enemigo.

Creo que necesita dar muestras de confiabilidad, sin la cual no hay democracia, no hay ciudadanía y lo que va a haber más es ese sentido de que la gente no se sienta con derechos o que sus derechos no van a ser reconocidos. Eso es el peor escenario para el país.

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