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"Se estaba masturbando"; el acoso sufrido por mujeres en la industria hotelera de EU

La mujeres de limpieza con bajos salarios han estado luchando contra el acoso sexual durante años.

Cecilia estaba trabajando como asistente en el minibar de un hotel de Chicago. Tocó a la puerta de un huésped y se anunció. La respuesta del hombre fue rápida e inequívoca: "Puedes entrar".

Cuando ella abrió la puerta, "estaba en la computadora, masturbándose", recuerda Cecilia. Ella estaba abrumada por la conmoción y la vergüenza. A juzgar por la expresión de satisfacción en la cara del hombre, esa fue la idea de decirle que pasara.

"Me sentí sucia", recordó Cecilia, quien pidió que no se identificara su apellido y el hotel en que trabajaba. "Uno esperaría que eso le ocurre a la gente en una cárcel, pero no en el trabajo de día a día. Tenía ganas de llorar".

No fue la única vez que Cecilia lidió con formas extremas de acoso sexual en sus tres décadas de trabajo en los hoteles del centro de Chicago. Ningún huésped había respondió a la puerta abriendo la puerta desnudo. Hace apenas un mes y medio, un colega más joven le confió a Cecilia que un huésped había tratado de abrazarla mientras ella estaba dentro de su habitación. Cecilia acompañó a esta mujer, ama de llaves, con el equipo de seguridad del hotel para informar el incidente.

Desde que las acusaciones contra el productor de cine Harvey Weinstein salieron a la luz el mes pasado, más y más mujeres han dado un paso adelante con historias de acoso sexual y agresión en el trabajo. Su valentía al hablar ha tirado poderosas carreras de hombres en Hollywood, Silicon Valley y Washington. Sin embargo, se ha prestado mucha menos atención al acoso en los lugares de trabajo de las empleadas de limpieza, particularmente en la industria hotelera.

En las historias de acoso que han aparecido en las noticias -Weinstein, el periodista Mark Halperin, el comediante Louis C.K.-, se trata de hombres poderosos que se aprovechan de subordinadas o colegas en cuartos de hotel; una tendencia común entre las mujeres que trabajaron en hoteles. Si las actrices más famosas lo han vivido en la privacidad de una suite de hotel, imagine la vulnerabilidad de una mujer inmigrante limpiando la habitación sola, por un salario mínimo más propinas.

"Francamente, no creo que mucha gente entienda lo que las mucamas pasan para limpiar estas habitaciones y hacer su trabajo", dijo María Elena Durazo, líder del sindicato de hotelería Unite Here.

Durante varios años, el sindicato de Durazo peleó para que las mucamas tuvieran los botones inalámbricos portátiles que los trabajadores que se sienten en peligro pueden usar para llamar al equipo de seguridad del hotel, una muestra de cuán terrible es el problema de la depredación sexual en la industria hotelera.

Después de pugnar por el uso de botones de pánico en los contratos, el sindicato ahora está presionando a los ayuntamientos para que empujen una ley que permita que todos los trabajadores tengan acceso a a este botón, sean sindicalizados o no.

El cliente siempre tiene la razón en esta industria ... Simplemente lo dejo ir.

Nereyda Soto, trabajadora acosada en un hotel Long Beach, California.

Pero, según Durazo, los botones de pánico solo van tan lejos al abordar el problema más fundamental: un desequilibrio de poder económico entre los perpetradores y sus víctimas, especialmente cuando las víctimas trabajan en la pobreza o cerca de ella. "Tenemos que hacer algo para igualar el poder para que las mujeres realmente puedan hablar, sin tener que arriesgar su sustento", dijo. "Eso va por si eres un ama de llaves o un servidor de alimentos o un gran actor".

El año pasado, Unite Here encuestó a unas 500 sindilizadas que trabajan en hoteles y casinos de Chicago, como mucamas y en el área de servicio, muchas de ellas inmigrantes latinas y asiáticas. Y los resultados fueron inquietantes:

El 58% de las trabajadoras en hoteles y 77% de casinos dijeron que habían sido acosadas sexualmente.

El 49% de las trabajadoras en hoteles dijeron que algún huésped abría la puerta desnudo o mostrando.

El 56% de las trabajadoras en hoteles dijeron que no se sentían seguras en el trabajo tras haber denunciado acoso.

El 65% de las mujeres que sirven cócteles en algún casino dijeron que un cliente las había tocado o tratado de tocarlas.

Casi el 40% de las empleadas de casino dijeron que habían sido presionadas para tener una cita o un acto sexual.

Nereyda Soto, de 25 años, estaba trabajando en un restaurante de un hotel en Long Beach, California, hace dos años, cuando comenzó a sentirse acechada por un huésped que le prestaba mucha "atención". El hombre repetidamente llamaba a Soto a su mesa cada vez que cenaba en el restaurante, haciéndole preguntas personales, como cuando preguntó si tenía novio. Ella era relativamente nueva en el trabajo, por lo que Soto no se sentía cómoda diciéndole a cliente que pagara y se fuera.

Una noche, cuando Soto se acercó a su mesa para recoger el cheque, encontró una llave del hotel junto con su pago. "Él dijo: 'Me encantaría ver cómo te ves fuera de este uniforme. Tienes que ir a mi cuarto".

Soto estaba muy angustiada, pero no le dijo a su jefe en ese momento.

"No se los dije en la gerencia, y no se lo dije a los de seguridad, porque técnicamente no me tocó y el cliente siempre tiene la razón en esta industria", explicó Soto. Incluso si lo reportara, no esperaba que la empresa hubiera hecho algo al respecto, y no quería parecer quejumbrosa: "No quería que mi nombre estuviera allí. Así que lo dejé que ir."

Esa mala experiencia hizo que Soto se sumara a la campaña en Long Beach sobre los botones de pánico.Dirigida por grupos laborales, la idea de que las mujeres tuvieran una forma de alertar al equipo de seguridad en los hoteles comenzó a ponerse de moda en 2011, luego de que el político francés Dominique Strauss-Kahn fuera acusado de agredir a una empleada doméstica en un hotel de Nueva York. El año siguiente, el New York Hotel Trades Council ganó un contrato para 30 mil trabajadores que garantizaba el uso de botones de pánico para las amas de llaves.

En Long Beach, el sindicato tomó un rumbo diferente: trataron de que los botones de pánico se incluyera en las leyes para que la protección fuera para todas las trabajadores hoteleros de la ciudad, no solo a aquellos cubiertos por un contrato sindical. La cámara de comercio local hizo campaña contra la regulación y estimó que el cumplimiento costaría colectivamente a los hoteles afectados unos 3 millones de dólares. Después de una batalla de un año, el Concejo Municipal de Long Beach rechazó por poco la propuesta del botón de pánico en una votación de 5-4 en septiembre.

A un botón de pánico similar propuesto en Chicago le fue mucho mejor. El Concejo Municipal aprobó el mes pasado la ley "Manos afuera, pantalones puestos" que exige a los hoteles a dar botones de pánico a las mucamas y otras personas que trabajan solas en las habitaciones o baños. También exige que los hoteles desarrollen políticas de acoso sexual que muestren a los trabajadores cómo reportar incidentes y les da tiempo para presentar quejas ante la policía.

A diferencia de los trabajadores con contrato sindical en Nueva York, la orden de Chicago se aplicará a los hoteles de toda la ciudad, independientemente de si los trabajadores están en un sindicato o no. Se trata de la primera legislación de este tipo promulgada en Estados Unidos.

La campaña de Chicago recibió un impulso tras revelarse la encuesta sobre acoso, que Jorge Ramírez, presidente de la Federación de Trabajo de Chicago, dijo que le parecieron "sorprendentes". Ramírez dijo que el lobby del hotel de la ciudad no combatió activamente la medida. La nueva conversación nacional estadounidense sobre el acoso sexual en el trabajo hará que sea más difícil hacerlo, predijo.

"No los vimos allí con pompones, pero tampoco hablaron en contra", dijo Ramírez. "Creo que a la industria le costará mucho oponerse a esto, especialmente con todo lo que ha salido a la luz en los últimos meses."

Las empleadas domésticas llevaban camisetas "No Harveys in Chicago" para hacer énfasis en la coyuntura. Entre los participantes estuvo Cecilia, que había pasado meses reuniendo a sus colegas en torno a la causa. Ella espera que los nuevos botones de pánico aporten una sensación de seguridad a las trabajadoras, como la joven ama de llaves a la que ayudó hace apenas dos meses antes.

"Es más seguridad y más apoyo", dijo Cecilia. "Créeme. No deberías tener miedo de trabajar".

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