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Fotonovelas fueron un negocio millonario

Las fotonovelas fue un negocio millonario durante dos décadas, fue el trampolín de muchos actores para consolidarse en el cine y la televisión, y fue el medio por cual mucha gente aprendió a leer, afirmó el investigador Juan Manuel Aurrecoechea.

“Existe toda una discusión en torno al tema, pues no se sabe a ciencia cierta si nació en Italia o en México, la realidad es que el concepto dio empleo a fotógrafos, argumentistas, actores, escenógrafos, iluminadores, directores, dibujantes, editores, impresores, maquillistas, peinadoras y voceadores”, explicó.

La revista “Linda” era semanal “y cada edición se hacía en distintas ciudades del país, lo cual significaba un trabajo de absoluta producción que involucraba a los mejores fotógrafos del país, como Antonio Caballero, pero también a los actores de moda, a los consolidados o a los más guapos y bonitas”.

Aquellos que aún no conseguían un lugar en la televisión o en el cine, dijo, “tenían cabida en las fotonovelas, las cuales les brindaban mucho cartel para saltar a la fama como sucedió con Angélica María, Enrique Guzmán, César Costa o futbolistas como Ignacio ‘Cuate’ Calderón”.

De acuerdo con Aurrecoechea, autor del libro “Puros cuentos: historia de la historieta en México”, los argumentos estaban dirigidos a un público no sólo popular sino también de clase media, tan es así que sus portadas eran a color para llamar la atención y se imprimían en papel couché, el resto era en papel revolución.

En los puestos de periódicos, cada semana había por lo menos unos 10 títulos a elegir y los tirajes eran altísimos compitiendo victoriosamente con la historieta dibujada, pues se imprimían por lo menos un millón de ejemplares en conjunto.

El formato de la mayoría era a tamaño esquela aunque también las hubo a tamaño carta como “Cita de lujo”. Estaban dirigidas a un público joven, pero sobre todo a las mujeres que gozaban los dramas pasionales.

“Alcanzaron tanto éxito durante varios años gracias a la repetición de un esquema, es decir, a la constante de la historia romántica: la pareja que se conoce, que enfrenta algún problema, que luego se derivan otras complejidades y al final triunfan”, señaló a Notimex.

Fue la novela rosa con tintes de drama, comedia y tragedia. Coexistió con otras historietas o fotonovelas de otros géneros, pero con mucho menos recursos, pues la producción era rápida.

“Por ejemplo, a un actor le tomaban fotos haciendo todos los gestos posibles y luego, gracias al fotomontaje, lo colocaban en la situación que fuera”.

La fotonovela “Los adolescentes” abundaba en problemas de juventud y sexualidad. Había otra de braceros que trataba acerca de los migrantes que viajaban a Estados Unidos y se enfrentaban al racismo, el abandono de la tierra y la separación de la familia.

“En otros casos y ya para la década de los 80, las había de corte erótico con desnudos de los actores y ahora abundan las pornográficas, en su mayoría sin historia ni contexto, sólo imágenes de narrativa simple”.

Las fotonovelas, dijo, se vendían muy bien gracias a la habilidad de los empresarios que supieron contratar a los actores ideales poniendo el ojo en los cantantes o en aquellos que estaban en el cine, que triunfaban en la televisión o salían en las revistas de chismes.

“Se hallaron a los mejores argumentistas, a los grandes fotógrafos y supieron explotar el lenguaje con sobresalientes estrategias de distribución. Así lograron que el público se congregara a fin de crear un vínculo entrañable del entretenimiento”.

Los elencos al inicio llegaban en transporte colectivo y al poco tiempo ya presumían automóviles de lujo, pues todos eran bien remunerados por cada número y tras pocas horas invertidas de trabajo.

Señaló que el género era consultado por una cantidad importante de gente que en la soledad de su habitación, se reflejaba en los personajes.

“Incluso, muchos de los asiduos aprendieron a leer a través de las revistas y supieron cómo debían comportarse en el mundo de las relaciones amorosas o en el contexto social, pues se distribuían en todas las ciudades y los pueblos más alejados”.

Algunas incluso, se exportaban al sur de Estados Unidos y ciudades de Centro y Sudamérica.

“México, en aquel tiempo, era un país tan complejo como el actual, pero el público parecía mucho más compartido a diferencia del de ahora que se ha fragmentado en una gran diversidad de lecturas y entretenimientos”.

Aunque hay quienes afirman que las fotonovelas desaparecieron ante el crecimiento vertiginoso de la televisión, el escritor Juan Manuel Aurrecoechea también sostiene que con el tiempo dejaron de ser negocio debido a que se incrementaron los costos de papel e imprenta, por lo que fue difícil sostener la producción.

“La televisión y las fotonovelas se alimentaron uno a otro. Por lo menos hasta los años 80 crearon un mercado común, pues la presencia de un actor en la fotonovela hacía que incrementaran las ventas de la telenovela y viceversa. Incluso, iban a la par evitando que una vendiera antes el final y ya cuando terminaba la historia, la gente se quedaba con el recuerdo impreso”.

Fueron una fuente importante para la investigación acerca de la sensibilidad de una época. Sin embargo, el autor del libro “El episodio perdido. Historia del cine mexicano de animación”, lamentó que en la actualidad se carezca de archivos para entenderlas mejor.

“La información que existe respecto a las fotonovelas es realmente pobre. Si hay una recopilación y conservación de la memoria, se debe a los coleccionistas que han hecho el esfuerzo personal de juntarlas en sus archivos personales.

“Pero están condenadas a desparecer cuando el coleccionista decida venderlas y quién sabe en manos de quién vayan a quedar, probablemente en desgracia porque no serán valoradas, concluyó Aurrecoechea coordinador general del Catálogo de Historietas de la Hemeroteca Nacional.

 

Pulso Político On Line/ Notimex/ Foto:  Internet