A 101 años de la Tregua de Navidad
Ilustración Francisco Lagos La Razón Foto Especial
La Primera Guerra Mundial es recordada como uno de los conflictos más sangrientos en la historia de la humanidad; sin embargo, también nos regaló una situación sublime, que dejó huella y sigue dando de qué hablar cada que se acercan las festividades decembrinas.
Alemania había invadido Bélgica, con el objetivo de llegar a París, Francia. En la Nochebuena de 1914, el káiser Guillermo II dio la orden para que los soldados alemanes recibieran comida, vino y, por supuesto, los tradicionales arbolitos.
Por inverosímil que parezca, las trincheras germanas en Ypres lucieron bastante coloridas aquel 24 de diciembre, para en la noche empezar con los villancicos… La sorpresa de los aliados fue brutal; no podían creer lo que veían. Pero en lugar de aprovechar la ocasión para aniquilar a sus enemigos, dieron una grata muestra de fraternidad y decidieron responder con cánticos e iniciar, tímidamente, la celebración.
Algunos combatientes se animaron a abandonar sus trincheras, para intercambiar cigarrillos y chocolate con sus adversarios. Incluso, se dieron tiempo para enterrar a sus camaradas caídos y organizar una ceremonia conjunta.
Pero eso no fue todo, pues al día siguiente, en plena Navidad, continuó el ambiente festivo. Para entrar en calor, un escocés sacó un balón de futbol. Ambos bandos construyeron sus porterías como pudieron y, pese al gélido clima, los soldados se mostraron entusiastas en ese encuentro, que no tuvo árbitro, pero sí un apegado respeto a las reglas del juego.
El partido duró una hora, con triunfo para los alemanes. La fiesta terminó cuando el Oficial en Jefe del bando teutón se enteró del asunto y dio órdenes de regresar a las hostilidades lo antes posible.
El teniente alemán Johannes Niemann relató su experiencia a través de una carta, que sirvió como prueba fehaciente de este increíble hecho.
"Un soldado escocés apareció cargando un balón de futbol, y en unos cuantos minutos ya teníamos juego. Los escoceses hicieron su portería con unos sombreros raros, mientras nosotros hicimos lo propio. No era sencillo jugar en un terreno congelado, pero eso no nos desmotivó. Mantuvimos con rigor las reglas del juego, a pesar de que el partido sólo duró una hora y no teníamos árbitro. Muchos pases fueron largos y el balón constantemente se iba lejos. Sin embargo, estos futbolistas amateurs jugaban con mucho entusiasmo. Nosotros, los alemanes, descubrimos con sorpresa cómo los escoceses jugaban con sus faldas, sin tener nada debajo de ellas. Incluso, les hacíamos una broma cada vez que una ventisca soplaba por el campo y revelaba sus partes ocultas. Una hora después, nuestro Oficial en Jefe se enteró de lo que estaba pasando y mandó a suspender el partido. Un poco después regresamos a nuestras trincheras y la fraternización terminó. El partido acabó con un marcador de tres goles a favor nuestro y dos en contra. Fritz marcó dos, y Tommy uno", escribió.
No obstante, hay quienes aseguran que la 'tregua' se extendió a otras zonas de guerra, y que incluso duraron mucho más tiempo; pero solamente hay pruebas reales de la existencia de aquella en Ypres, sede del partido de futbol más 'amistoso' de la historia.
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