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Acuérdate de Acapulco

México ha sido y está siendo muy golpeado. Y lo está siendo en un doble sentido: por un lado, está mostrando todo lo que ha ido fallando y por otro, imponiendo una nueva manera de hacer las cosas.

En casi todos los países, la ciudadanía se une en las tragedias y en las desgracias. 

En el caso mexicano, llevamos tantos años instalados a la espera de que las cosas mejoren que, cada vez que nos sacuden la vida con desastres naturales como los de ahora, aflora lo mejor que llevamos dentro. 

Quienes no tienen casi nada comparten con quienes no tienen nada porque lo han perdido todo. En medio de reformas que se proponen y manifestaciones que las rechazan, la tormenta tropical Manuel y el huracán Ingrid están sirviendo para ventanear tantos años de corrupción, abusos y malas infraestructuras. También están permitiendo dejar atrás los diálogos políticos infructuosos y situar al país en una dinámica donde lo importante y urgente es reconstruirlo. 

México ha sido y está siendo muy golpeado. Y lo está siendo en un doble sentido: por un lado, está mostrando todo lo que ha ido fallando y por otro, imponiendo una nueva manera de hacer las cosas. 

Arriesgado el darle al secretario de Gobernación la posibilidad de aplicar todas las ayudas federales directamente para evitar desvíos y malas interpretaciones. No porque crea que existe menos riesgo de que haya corrupción federal que estatal, sino porque, al final del día y Dios no lo quiera, si volvemos a tener la furia de la naturaleza contra nosotros, al siguiente túnel o puente o costanera que se colapse se le podrá poner la nota de: "Lo hizo Osorio Chong". 

El país necesita recuperar la confianza de todos en todo. Para eso, inevitablemente no basta con señalar que vamos a evitar que haya corrupción, es hora de que además los corruptos comiencen a pagar y lo hagan en todos los niveles. 

¿Quién, dónde y cuándo firmó la solvencia de las obras que se están yendo al suelo? ¿Quién autorizó los estándares de calidad en las infraestructuras públicas? ¿Quién fue el responsable de que se pagaran? ¿Cómo se construyeron? 

Responder estas preguntas sí estaría en consonancia con lo que significan dos viajes a Acapulco en 28 horas y, no porque sea la parte más visible de la tragedia nacional, sino porque, a fin de cuentas, cuando el mundo no sabía dónde estaba México, todos se acordaban de Acapulco gracias a Agustín Lara.


JcM^