Weather (state,county)

Al momento:

Columna

¡Zapata! ¿Dónde estás?



Entre la verdad y la ficción

por: Jorge Luis Falcón Arévalo*
Aquel que rehúsa el poder, por un proceso fatal de reversión, el poder lo destruye, y eso ha pasado con la sociedad mexicana tiene el poder de una democracia -enclenque y soporífera-, no sabe como aplicarlo ó bien debido a una sutil y enajenada represión en los empleos.
 
El mexicano es anarquista por naturaleza; y, por esa misma actitud, el totalitarismo gobernal es despiadado y represor contra quienes señalan formas hostiles, tramposas y caducas de gobernar. Descubrir y exhibir ladrones mentirosos, es traer tras de si la guadaña.
 
El Atila del Sur, como fue conocido Zapata, pese a su diferencia física, social, política y cultural de Doroteo Arango, quien parecía y era militar en s apariencia; porque no tan solo en su vestimenta sino en la presencia. Era salvaje y festivo. Emiliano por el contrario místico y taciturno, cuyo rostro delgado, piel oscura, vestido de charro y su inmenso sombrero, lo hacía parecer un campesino en armas.
 
En s lucha por el reparto de tierras -que una era parte de la médula de la Revolución, de manera conjunta con el pensamiento y lema del “sufragio efectivo, no reelección”, muy diferente a la revolución Bolchevique- manifestó su anarquismo natural, su repudio a las ambiciosos y sinvergüenzas. Cuestionable será saber y entender el pensar de Zapata -hombre desconfiado- hoy ante tanto ente con estos calificativos: que en vez de servir a la sociedad modorra y apática -que es pobre por su propia culpa- buscan ejercer el poder, para usufructuar los dineros ajenos en bienes y cuentas bancarias en el extranjero o por interpósita persona, ó en el trapecismo político. Simplemente seguiría la Revolución en tiempo; pero no en forma.
 
De ahí su aversión física a la política, tema que no estaba en los planes de jinete del Sur. Por centurias la historia nos ha mostrado que los místicos buscan que la política sea una filosofía social para engrandecer a los pueblos. Un claro ejemplo, independientemente de Gandhi, Lincoln y Madero, quien preferiría ser vicepresidente de Porfirio Díaz Mori.
 
Hoy la lucha agraria, se visualiza en la tenencia de un hogar; séase a través del Infonavit. La lucha de rifles y pistolas –de ese entonces- hoy se transfiere en esa en un avatar burocrático. La peor lucha en oficinas gubernamentales, con ente sin educación -como en la época de la Revolución-.
 
El nacido en Anenecuilco, Morelos, con su nihilismo habitual, tal vez de hombre inculto, el poder lo autodescalifica. La política es para los deshonestos, los ambiciosos, los hombres sin principios. Para él, como para el Centauro del Norte, su misión terminal de la revolución, era el reparto de tierras -aunque en Zapata, solo en el estado de Morelos, era su preocupación- y aplicar la justicia.
 
Un Bi-Centenario muy cómodo en el silencio sin celebración, porque nada hay que celebrar. Una conmemoración ajena a los problemas que siempre han existido sin la solución debida; pero un encono ciudadano, por una violencia que lastima y desespera por el destino de nuestra infancia. Y juventud.
 
Zapata, es cinematográfico, Zapata es historia, Zapata es parte de un legado ido y como historia narrable para cualquier historiador es excelente, quizás hasta general. Pero, ¿Habrá un Zapata inquieto?
 
Hoy muy acorde, la frase revolucionaria: “Si mi consencia me dice que te quebre, te quebro; si no, non te quebro”.