El régimen emanado de la Revolución
El pasado lunes, todos, casi todos, gozamos fin de semana largo, gracias al puente del 20 de noviembre, disfrutamos doble buen fin de semana. A propósito de una fiesta provechosa, aunque ya obsoleta, conviene hacer algunas consideraciones.
Conmemoramos el llamado a la insurrección que el terrateniente coahuilense de espíritu progresista Francisco I. Madero en Plan de San Luis hace para el 20 de noviembre. Madero era un hombre "bueno", bajo su auspicio funcionaban en San Pedro de las Colonias escuelas, hospitales, colegios y comedores gratuitos.
El 26 de junio de ese año se había convocado a elecciones, Madero es candidato a presidente y recorre el país, pero unos meses antes es arrestado, poco después liberado. Es acusado de "connato de rebelión y ultraje a las autoridades", en las elecciones el general Díaz gana por séptima vez, motivo suficiente para convocar a la revolución armada.
Terminarían 35 años de orden, paz y progreso porfirista, que entre sus logros emblemáticos marcarían la introducción del ferrocarril y el trazo de una amplia red de vías, que quedarían insuperables muchas décadas después.
La primera revolución social del siglo XX y muchas otras frases efectivas rondan en nuestras cabezas, producto del genial relato ideado por José Vasconcelos, plasmado en los impactantes murales de Diego Rivera y hechos doctrina oficial para todos nosotros a través del sistema educativo nacional.
Hay otras versiones, claro, Arnaldo Córdova en su texto clásico "La formación del poder político en México", disecciona este episodio del país y lo explica como natural transición entre la oligarquía agraria terrateniente hacia la hegemonía de la burguesía industrial, que tendría su auge pasados los años 40 con Miguel Alemán. Se instalaría el régimen de la Revolución Mexicana, que se articularía con el omnipotente presidencialismo mexicano y funcionaría como máquina perfectamente aceitada, que le hiciera ganar el mote de "dictadura perfecta", a través del Partido Revolucionario Institucional.
Más de 60 años de crecimiento en "paz social", gracias al "desarrollo estabilizador" que se implantó como régimen en lo económico en el país, que consiste en no otra cosa, sino en articularse con el único capitalismo industrial manufacturero en esa fase de su propia evolución.
Este régimen se agotaría indefectiblemente. El toque está más o menos puesto con la nacionalización de la banca mexicana por José Lopez Portillo en diciembre de 1982, para dar paso a la siguiente fase del capitalismo, la financiera especulativa que tiene lugar en el marco de la globalización, preparada por Miguel de la Madrid y francamente desplegada con las audaces políticas económicas de Carlos Salinas.
Pero el mundo no es homogéneo, ni sigue recetas preestablecidas. A la par de esta fase actual de capitalismo conviven pequeños o grandes regímenes agrarios terratenientes preporfiristas, pero también entidades industriales que tienen en la modernidad sus más caros anhelos. ¿Nosotros dónde nos ubicamos? ¿Cuál es el margen de acción que en estos estrechos márgenes tenemos? El mundo occidental vive ya el auge de la sociedad post industrial. Sincronizar nuestro reloj con el tiempo global antes que una invitación es menester. Necesitamos, por lo menos, hacernos contemporáneos.
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