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Las secuelas tras la reconquista de Mosul

Mosul, la segunda ciudad en importancia de Irak, está desde 2014 bajo el duro control del Estado Islámico. El 17 de octubre las fuerzas iraquíes y kurdas, con el apoyo de una coalición internacional liderada por Estados Unidos, lanzaron una gran ofensiva para reconquistar la ciudad.

En algunas de las áreas liberadas, en las zonas este y norte, varias familias han empezado a regresar a sus hogares. Sin embargo, según las estimaciones de la ONU, desde que empezó la ofensiva son casi 60 mil los civiles que han huido de Mosul. Además, siguen aumentando los heridos que llegan desde la línea del frente.

Sólo cuando están seguros de que ninguno de los hombres de Abu Bakr al-Baghdadi está presente se atreven a salir de casa. Se trata de los civiles que han regresado a sus hogares en los barrios liberados por las fuerzas iraquíes, o los que nunca se fueron.

Ahmed, de 33 años, pertenece a este segundo grupo: “Ahora lo más importante para nosotros es recibir comida, porque la gente corre el riesgo de morir de hambre. Ya no tenemos arroz ni harina y en todas las casas hay entre 30 y 40 personas”.

“Son las familias que vienen de zonas en las que ahora hay combates. Hemos agotado todas las existencias. Y encima no hay ni electricidad ni agua corriente”, añade.

Su tío Mohammed hace notar algunos símbolos dibujados con esprai verde en la entrada de dos casas adosadas: “Mirad estos símbolos, hechos por militares iraquíes. Este símbolo en forma de satélite significa que la casa ya ha sido comprobada por los soldados”.

“En cambio, ese otro en forma de círculo con un punto en el interior significa que aún no ha sido controlada, que puede haber trampas de los terroristas”, refiere.

A unos cientos de metros de la casa de Ahmed, en el distrito oriental de Samaa, han montado un pequeño hospital de campaña. Se trata de unas estructuras de aluminio al aire libre en un espacio abierto polvoriento.

Quien gestiona este campo de primeros auxilios es la ONG eslovaca Academy of Emergency Medicine, integrada por exmilitares eslovacos y estadunidenses con conocimientos médicos y que cuentan con el apoyo de personal iraquí.

El californiano Derek Coleman es el portavoz del grupo: “Nosotros proporcionamos auxilio en la línea de frente a peshmergas kurdos, a soldados iraquíes y a civiles heridos”.

“También formamos al personal médico-militar iraquí. Estamos aquí para llenar ese vacío que se ha creado entre el punto en el que las personas resultan heridas y el punto en el que reciben atención médica”, manifiesta.

Apunta que estabilizan a los pacientes, “detenemos las hemorragias graves, verificamos que las vías respiratorias estén bien, dejamos a los pacientes en las mejores condiciones posibles a fin de darles una mayor posibilidad de supervivencia”.

De esta manera, dice, “conseguimos reducir el número de las muertes que se producen de camino al hospital más cercano, un viaje que dura más de una hora”.

Y añade: “Mortero, artillería, francotiradores. Los coches bomba suicidas son un gran problema: cuando explotan nos llegan grandes grupos de personas”.

“Creo que al final lo estamos haciendo bien, sobre todo si se tiene en cuenta la grave escasez de recursos y brazos a nuestra disposición. Justo ayer tuvimos 18 muertes, cuatro de los cuales eran niños. Y siempre es muy duro cuando se trata de niños”, indica.

Una vez hechos los primeros auxilios, los voluntarios de la Academy of Emergency Medicine cargan a los pacientes en las ambulancias que están constantemente yendo y viniendo desde aquí hasta el hospital más cercano, en las afueras de Mosul.

El día de hoy no ha habido demasiado “movimiento”, explican. Han cerrado su turno de trabajo, que puede llegar a durar hasta 15 horas, con un saldo de tres heridos: dos adultos graves y una niña con heridas leves.

En pequeños grupos, los civiles llegan a los centros de recogida para que se los lleven lejos de los combates. Uno de estos centros se encuentra justo enfrente del hospital de campaña.

Avanzan a pie, en coche y en carretas tiradas por burros, agitando una bandera blanca. Junto con su pesada carga de dolor y desesperación llevar consigo mantas de lana para protegerse de las gélidas noches iraquíes y unas míseras provisiones de comida. Hombres por un lado y mujeres y niños por el otro.

Después de un cuidadoso control por parte de los militares iraquíes con el objetivo de descubrir a posibles terroristas yihadistas suicidas infiltrados, a los civiles los cargan en camiones y los llevan al puesto de control de Bartalla, a pocos kilómetros de la ciudad.

Los más afortunados pueden volver a abrazar a familiares y amigos que les esperan a la altura del puesto militar y les hospedarán en sus casas. En el futuro inmediato de los menos afortunados, a quienes hacen subir a unos autobuses, se encuentran los cercanos y superpoblados campamentos para desplazados de Khazir y Assansham.

Todos tienen los rostros marcados por los aterradores recuerdos de dos años de la ley dura e implacable del Estado Islámico. Es mejor huir lejos de esta pesadilla, especialmente para las mujeres y los niños, como siempre los más vulnerables.

A pesar del avance de las fuerzas iraquíes dentro de la ciudad, obstaculizado por las hábiles estrategias de defensa del grupo extremista, los desplazados dicen que tienen la esperanza de la liberación inminente de Mosul y de regresar a casa.

Según el Alto Comisionado de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) ya son cerca de 60 mil los civiles que han huido de la fortaleza iraquí del Estado Islámico desde el inicio de la ofensiva, el pasado 17 de octubre.

Una situación que es probable que empeore en las próximas semanas debido al avance de los combates en el interior de Mosul, una ciudad con una población de más de un millón y medio de habitantes.

Pulso Político On Line / Notimex/ Foto: