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Músculos a cualquier precio

La disciplina del fisicoculturismo entraña, además de enorme dedicación e importantes sacrificios, la utilización de sustancias. A pesar de que muchas son productos médicos, su uso indiscriminado puede traer graves consecuencias para la salud.

musculosEl campeón Sergio Oliva Jr. parece rugir en la portada de la revista Muscular Developement Latino. Con sus 32 años y más de 220 kilos de impresionante físico, este cubanoamericano es uno de los modelos a seguir para muchos de los devotos del fisicoculturismo..

La imagen del ganador del concurso estadunidense de la Federación Internacional de Fisicoculturismo presumiendo sus 50 centímetros (al menos) de bíceps casi obliga a abrir la revista. Desde la primera página comienza el bombardeo de anuncios de suplementos alimenticios: proteínas súper concentradas, quemadores de grasa, estimulantes de la testosterona, polvos que prometen mejor rendimiento durante el ejercicio y mayor recuperación después de éste, así como un inusitado crecimiento muscular.

Los modelos de los anuncios tienen cuerpos parecidos al de Oliva Jr., por lo que es fácil suponer que si se ingieren estos productos (combinándolos con horas de entrenamiento, claro está) se obtendrá un resultado similar. Sin embargo, cualquiera en el mundo del fisicoculturismo sabe muy bien que no es así.

Cuerpos irreales

“¿Es posible obtener este cuerpo sin utilizar chochos?”, le pregunto a un pequeño grupo de aspirantes a fisicoculturistas y ex practicantes de la disciplina. “No”, es la respuesta corta y contundente. El “culturismo”, para abreviar, es indisociable de las sustancias que en cualquier deporte no son consideradas otra cosa sino dopaje.

Así, los chochos, término que en el argot engloba aquellas sustancias externas que se utilizan para incrementar los músculos más allá del límite biológico, siguen siendo la base para comenzar a construir esos cuerpos inmensos y bronceados que posan para los jueces en un ritual que combina la masculinidad recargada, la búsqueda de la perfección y la necesidad innata del ser humano de competir, pero sobre todo, de triunfar en esa competencia.

“El dopaje ha existido desde el principio de la humanidad”, sentenció la doctora Hilda Clementina Horta, quien se ha dedicado a la medicina deportiva. Desde las actividades más antiguas como la cacería y la guerra, hasta los diferentes deportes, el ser humano ha utilizado defatigantes o estimulantes que lo ayudaban a soportar el gran esfuerzo físico. Si a esto se suma nuestra “imposibilidad para aceptar la derrota”, la mesa está puesta para el uso de todo tipo de químicos con el único fin de lograr el triunfo.

La doctora expone sus puntos en el seminario “El doping y sus consecuencias”, impartido en la Asociación de Fisicoconstructivismo y Fitness del Distrito Federal (AFF-DF). La mayoría de los asistentes son instructores de gimnasios y todos tienen afición por el culturismo. Cuando comienza a hablarse del doping como una forma de hacer trampa y una falta al espíritu deportivo de la sana competencia, guardan un silencio analítico. Conforme avanza el curso, que consta de 16 horas, saben que su sigilo está de más y se sienten en confianza para reconocer que se han inyectado más de una vez para alcanzar el aspecto estético y fuerte del que se enorgullecen.

“No es que los chochos te lo hagan más fácil; tienes que entrenar el doble”, asegura Ramiro. “Tienes que comer el doble y ejercitarte el doble para que lo que estás usando funcione, si no, no sirve de nada el dinero que te gastas”. Según los muchachos (la mayoría de ellos apenas alcanza los 30 años), esta disciplina requiere una inversión económica que no cualquiera puede cubrir.

El baile de las hormonas

Entre esos chochos ligados a las imponentes musculaturas del fisicoculturismo, los estelares son los esteroides anabólicos, entre los cuales destacan hormonas sintéticas como la testosterona, la nandrolona, el enantato de metenolona y el estanozolol. Los químicos de este tipo facilitan el aumento significativo de la masa muscular, que es justamente lo que buscan quienes practican la disciplina. Además, estimulan el anabolismo (construcción) muscular y contrarrestan el catabolismo de las mismas estructuras (destrucción del músculo, por ejemplo, para convertirlo en energía).

Sin embargo, los efectos nocivos de estas hormonas pueden ser muy graves. En primer lugar, de acuerdo con el doctor Ulises González, médico especialista en el deporte, también mentor en el seminario, no se pueden comenzar a suministrar ni retirar de una vez, sino paulatinamente. En segundo lugar, la testosterona es una sustancia que se produce naturalmente en el cuerpo, por lo que cuando el cerebro detecta un exceso de este químico, ordena a los testículos que dejen de generarla, lo cual puede desembocar, para los hombres, en disfunción eréctil, baja en el conteo espermático, prostatitis y ginecomastia (acumulación de grasa en el pecho, similar a los senos en las mujeres). Si se usa en niños y adolescentes, detiene el crecimiento, y en el caso de las mujeres les genera vello facial, aspecto masculino y aumento del tamaño del clítoris.

Otro grupo de sustancias utilizadas son las hormonas peptídicas, es decir, aquellas compuestas por cadenas de aminoácidos y que tienen estrecha relación con las proteínas. Entre ellas se encuentran la eritropoyetina, la gonadotropina y la hormona del crecimiento. La primera aumenta la captación, transportación y asimilación del oxígeno, mientras que la última aumenta la fuerza y la rapidez.

Entre los principales riesgos que se corren al utilizar la HGH, como se le conoce a la hormona del crecimiento humana, está la acromegalia, cuyos síntomas principales son hinchazón de manos y pies, engrosamiento de los rasgos faciales, dolor en las articulaciones, retención de líquidos y sudor excesivo. Utilizar altas dosis de esta hormona aumenta el riesgo de diabetes, hipertensión, daño cardíaco, osteoporosis, irregularidades menstruales y disfunción eréctil.

Un tercer grupo es el de los moduladores hormonales y metabólicos, esencialmente la insulina, que funciona en realidad como un esteroide anabólico. Se usa porque favorece el aumento de masa muscular e incrementa la síntesis de proteínas, de grasa y de glucosa, sin embargo, si no se cuida la forma y dosis de suministración, puede provocar hipoglucemia o sobresaturación de insulina. Ambas situaciones pueden llevar a un coma diabético y hasta la muerte.

Mercado negro

La testosterona, refiere la doctora Hilda Horta, está entre las sustancias dopantes que se comportan igual que una droga, pues causa adicción. Además, las drogas bloquean los sistemas de alarma en el cuerpo (el dolor, por ejemplo), lo cual puede llevar a lesiones o a un sobreentrenamiento que afecten la salud del culturista.

Muchos de los adeptos a la disciplina conocen bien los efectos secundarios y nocivos de usar chochos, pero parecen pensar que sus objetivos valen el sacrificio. “Yo los usé como dos años y sí me hice adicto”, comenta Octavio, quien al cabo de un tiempo se resignó a que por su estatura (1.65 metros) no llegaría lejos en la escena del body building internacional. “Desde que te los empiezas a meter te sientes bien activo, bien loco y bien hot”, dice para referirse a lo sexual.

“También depende de lo que te pongas”, dice Ramiro. “Como en todo, hay productos de buena y de mala calidad; ahorita ya hasta venden cosas chinas y si vas a Tepito encuentras de todo”. Su compañero en el seminario de la AFF-DF, Humberto, lo sabe bien: esa mañana acaba de comprar esteroides anabólicos inyectables en una farmacia de medicamentos similares. Apenas pasados los veinte años y con un empleo de medio tiempo, no puede gastar más que los 100 pesos que le ha costado el fármaco.

Daniel García, entrenador personal, cuenta a LetraeSe cómo se consiguen este tipo de sustancias, las cuales, como se ha visto, son de uso médico. “Lo más difícil es conseguir lo de farmacia porque va recetado, y difícilmente los doctores se prestan para dar las recetas. Entonces por lo general se consigue en el mercado negro”. No es raro el uso de medicamentos de grado veterinario, cuya única variación respecto al prescrito para humanos, dice Daniel, es “la pureza de la sustancia”. “También hay gente que tiene contactos en laboratorios, entonces uno los consigue ahí, a veces hasta más baratos”.

Prohibir los productos anabólicos no ayudará a reducir riesgos

En todo caso, para llegar a un cuerpo con volumen de competencia se requieren años de entrenamiento. Como lo explica Daniel, “a veces la gente cree que con su primer ciclo (esquema de sustancias inyectadas o ingeridas) van a crecer a ese tamaño y no es así. No es como palomita de maíz que la metes al microondas y explota”. Como mínimo, para empezar a competir, la persona debe prepararse durante un año, pero para “una competencia fuerte, como un Mr. México, son cinco o seis años de preparación, a veces hasta diez años”.

Los chochos, los suplementos alimenticios y los ingredientes de la estricta dieta que deben llevar los fisicoculturistas pueden sumar un gasto de 5 mil a 6 mil pesos para los principiantes, y alcanzar los 30 mil pesos para los avanzados, según explica Daniel. Si bien él trabaja en una cadena de gimnasios que se enfoca en público con poco tiempo para ejercitarse y que en su mayoría lo hace por salud, también sabe sobre fisicoculturismo y ha entrenado gente para competencias.

Al preguntarle si hay doctores a los que pueda recurrirse para armar los ciclos o planes de medicación, responde que no hay médicos que estén de acuerdo con el uso de estos fármacos “porque obviamente va en contra de tu salud”. Por eso, son los mismos entrenadores quienes se “capacitan” y aprenden sobre su utilización para lograr los efectos deseados. Su ética le indica a Daniel que debe hacer, por lo menos, un sondeo verbal para saber si la persona tiene algún padecimiento importante (hepático, renal o cardíaco, principalmente) antes de recomendarle cualquier cosa, pero sabe que no todos los entrenadores se conducen igual. “Hay muchos que no les dicen a las personas cómo cuidarse; no les importa, mientras les paguen seguirán diciendo ‘métete, inyéctate, ponte’”.

De acuerdo con el portal de la Fundación Australiana para las Drogas, “no existe un nivel seguro para el uso de estas sustancias”, sin embargo, podría haber una ventana de oportunidad para la reducción de daños (el uso menos nocivo posible) en una práctica que, además, involucra el uso de jeringas, y que en países como el Reino Unido y la propia Australia se ha convertido en un foco rojo en la transmisión de infecciones como la hepatitis C.

“El que lo va a hacer, lo va a hacer”, dice con seguridad Daniel, y no se equivoca. Con sólo teclear en Internet alguna de las palabras relacionadas con la farmacología del culturismo, se despliegan millones de páginas que instruyen sobre su manejo y hasta venden las sustancias. Es seguro que negar o prohibir la práctica es ocioso y sólo hará más difícil prevenir la mayor cantidad de daño posible a estos cuerpos esculturales.

*Publicado en el número 239 del suplemento Letra S del periódico La Jornada

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