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Trump: el monstruo de las históricas heridas

El fenómeno Donald Trump ha revelado un rostro menos agraciado de la sociedad estadounidense. Es el rostro de ciudadanos norteamericanos que tomaron las armas para vigilar las protestas en Ferguson, el rostro del terror que margina a sus propios ciudadanos por ser musulmanes, aquel que lleva un palillo entre los dientes mientras apunta su arma a la frontera. Del constitucionalismo liberal norteamericano ha emergido un monstruo rico, de manos grandes, que aprovecha foros repletos de fanáticos para pronunciar el discurso de odio que muchos lo escuchan como una verdad que exige una solución. El surgimiento de un personaje beneficiado por el sueño americano y amparado por las libertades políticas y civiles de su país, ha puesto los ojos del mundo entero en una faceta repulsiva de Estados Unidos. No sólo es un hombre con delirios de grandeza y con un serio caso de paranoia clínica, es una masa de gente convencida de que sus oportunidades de crecimiento se ven ampliamente favorecidas sin la presencia de su vecino.

Estado por estado cuantificamos el tamaño del monstruo. Es hasta ahora que republicanos y demócratas, mexicanos e ingleses han considerado que sí asusta. Que sus palabras llenas de excentricidad son en realidad racistas, que sus alucinaciones van en serio. El partido republicano se enfrenta al gravísimo problema de tener que asomarse debajo de la cama, sin asustar al engendro que vive ahí abajo. Trump ha conseguido armar su propio equipo y no tendría problema en competir solo contra los demócratas si los republicanos lo hacen enojar. Con ello el magnate perdería, pero también arrastraría a la derrota al Grand Old Party. Mientras tanto en México hay quienes han preferido emparejar la puerta del armario ante la posibilidad de que, en lugar de un monstruo, salga de ahí el próximo presidente de los Estados Unidos. Poco pueden hacer las autoridades mexicanas además de señalarlo y compararlo con otros monstruos bigotones y con boina.

Algo sabemos al sur del Río Bravo sobre días tristes con monstruos parlanchines, golpeadores y segregacionistas. Millones de personas desde México hasta Argentina han vivido en carne propia la demencia autoritaria de sus respectivos ogros, así como la frenética multitud que los aplaude por saber diferenciar a los "buenos" de los "malos". Estados Unidos no ha vivido esos días y seguramente no lo hará. Pero aunque el magnate no llegue a la presidencia, la foto está tomada. El monstruo está ahí, aclamado y votado en Michigan y Mississippi, en gran parte de los Estados Unidos, rascando las costras de sus históricas heridas, ansioso por cruzar la puerta y cerrarla después de él.

@hastaelPeter

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