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Escribano y Barba se llevan la relampagueante décima

Ilustración Francisco Lagos La Razón

Con la tarde todo lo soleadamente posible, Jorge Ramos, juez en turno, dedicó un minuto de aplausos a la memoria de Rafael Rodríguez Vela y Jorge Blando, matadores fallecidos esta semana. Fabián Barba apadrinaba la confirmación de Manuel Escribano y Mora no sabía qué hacer.

Escribano, olivo y sutil bordado en oro, la suerte del confirmado, el regusto y una oreja del público.

De La Punta, Cielo, un protestado y muy bajito, de 484 kilos, fue el toro que confirmó al sevillano. Tirando al caballo, con mucho celo, resultó no tan avacado como su cara, y el matador acabó cuesta arriba, disfrutándolo para los tendidos. De a chicuelinas lo llevó a terrenos certeros para ponerle sendos pares de banderillas él mismo. Y con el calmo, fijo y manso, se dio revuelo: naturales, derechazos, toda condición suave fue a parar, con un pinchazo en alto, con un atracón de espada caído y un aviso.

Marti, al revés de su primero, con 542 de puro músculo, un meanazo brutal, fue un innoble desclasado que se encaminó al ritmo que le puso su matador, quien después de la tercia de banderillas —un par al violín de fanfarria—, dio un estoconazo decisivo.

Fabián Barba, solferino y oro, vuelta al ruedo y un muslo moro de puro valor.

Cuadrado, de San Marcos, de 480 de fuerza, meano y nevadito de sus derrames, porfiado y áspero ni Cristián Sánchez pudo llamarlo a orden en banderillas. No paró el burel con la muleta del hidrocálido, quien todo lo estructuró con frialdad; su toro resultó distraído, y a ese pesar le arrebató un par de pases de pecho de antología, así como unos emocionantes muletazos laterales. Con una espada burlada, Barba acabó engañando en sangre su suerte al centro del ruedo.

Miguelito, del lado jalisciense de La Punta, rijoso y alebrestado bien armado toro de media tonelada, fue recibido por Barba a puerta gayola con una dramática larga cambiada; y bregando de a chicuelinas andantes lo llevó a Salvador Morales para ser bien picado.

Con un surtido rico de figuras con capote, puso Fabián a su torazo en banderillas. Miguelito pasó por lo alto del toreo del de Aguascalientes para agujerearle el vestido por el interior del muslo izquierdo. Con todo acabó de machetearle.

Víctor Mora, púrpura y plata, falto de torería y con toros sin modo.

Un violento Malagueño, de 474 kilogramos, no tardó en hacerse del cuerpo de su matador. La taleguilla rota no encontró hechura en la noche de Mora.

Juezpen, de 475 kilos, antes llamado Arte, pero rebautizado para burlarse del juez Ramos ante la protesta pública por la falta de atención que tuvo con el valor que dejó Barba, fue el cierraplaza.

Sin nada más que nerviosismo, este hidrocálido le echó oficio sin suerte a su novillo —también protestado— y sólo se llevó burlas tan irrespetuosas como lo del ímpetu de renombrar a su astado.

Muestra de apoyo para Mauricio Kingston

El grito "Fuerza, Kingston" fue una constante en los tendidos durante la celebración de la décima tarde de temporada grande.

El pasado jueves, la media tonelada de bravura del quinto toro de la noche, Sangre Pura, del buen encierro de San Marcos para Xavier Ocampo, malhirió al subalterno Mauricio Martínez Kingston, quien fue intervenido en el Hospital Mocel, al tiempo que se llevaba a cabo la corrida en la Plaza México, para resarcir una cornada como pocas: destrucción del lado izquierdo del tórax, con desgarro pulmonar y descubrimiento de los tejidos del corazón, con siete costillas fracturadas a su paso.

La condición del banderillero es grave. De hecho, su vida todavía corre peligro, por lo que se espera pase una semana más en terapia intensiva.

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