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Consejos de vida de un superviviente de Los Andes

Fernando "Nando" Parrado es una de las 19 personas que sobrevivieron al impacto de avión ocurrido en Los Andes hace ya 40 años. Hoy se dedica a dar conferencias sobre liderazgo


Viernes 13 de octubre de 1972. Un avión perteneciente a la Fuerza Aérea Uruguaya, con 45 personas abordo la gran mayoría jóvenes, no mayores a los 21 años, integrantes del equipo de rugby Old Christians y sus familias, despegaron de la ciudad de Mendoza, Argentina, rumbo a Santiago, la capital de Chile, sin imaginarse el episodio de terror que estarían a punto de vivir.

En pleno vuelo, hubo un error de tripulación y desafortunadamente, el artefacto se estrelló en la Cordillera de los Andes, partiéndose en dos partes, muriendo automáticamente todas las personas que se encontraban de la fila 10 hacia la cola y sobreviviendo a tremendo impacto 29 personas y de éstos, hubo 24 ilesos, que no sufrieron ni siquiera un rasguño.

Uno de esos afortunados fue Fernando Parrado, quien desde aquel trágico suceso se ha dedicado, entre muchas otras cosas, a compartir con los demás aquella experiencia de vida y cómo es que lograron vivir a tan tremenda adversidad por 72 días, con temperaturas extremas y sin nada qué comer.

Parrado recordó lo ocurrido hace 40 años, la tragedia que le arrebató a su madre y a su hermana en tan sólo un abrir y cerrar de ojos, de cómo alguien se percató que seguía con vida, mientras estaba colocado ya entre el grupo de viajantes muertos, la angustia de querer ser rescatado, sin que nadie diera señales de su búsqueda, así como lo difícil que le fue adaptarse a esta nueva oportunidad que le dio la vida.

"Sobrevivimos a uno de los peores desastres naturales de la historia... Es un milagro que yo esté aquí. Nuestro avión chocó a una velocidad superior a los 300 kilómetros por hora y contra una montaña, tuvimos tres impactos y caímos en uno de los lugares en donde no se puede sobrevivir, las altas cumbres, a más de cuatro mil 500 metros de altura, con temperaturas de 35 grados bajo cero. Ahí vivimos durante 72 días, en donde las noches son eternas", fue con este relato crudo con el que "Nando" inició su conferencia.

Todos los presentes en el Auditorio Nacional de la Ciudad de México pudieron imaginarse, aunque fuera un poco, lo que significó dicha experiencia de vida, gracias a la proyección de pequeños fragmentos de un documental realizado por un canal de televisión estadounidense, así como fragmentos de una de las tantas películas realizadas sobre el hecho y fotografías originales del rescate.

Parrado explicó que se percató del accidente cuando miró hacia la ventanilla y se dio cuenta de que el avión volaba a gran velocidad, muy cerca de una cadena montañosa y tres segundos más tarde, escuchó un estruendoso ruido y vio cómo se abría el techo del avión, partiéndose en dos.

Aquel fatídico día, luego del choque, por fortuna, el avión logró deslizarse por una ladera de la montaña, libre de rocas, en donde finalmente quedó varado el fuselaje. "Cuatro días antes, yo estaba estudiando matemáticas para un examen, cuatro días después estaba sentado en una roca, a más de cuatro mil metros de altura, sobreviviendo como un animal", agregó.

Marcelo Pérez del Castillo, un joven de 21 años y quien era capitán del equipo de rugby, comenzó a organizar a todos, ayudando a los heridos. Fue quien construyó una pared en el hueco que había en el fuselaje, lo cual permitió soportar la temperatura extrema durante las primeras noches. Fernando tenía varias fracturas en el cráneo, las cuales sanaron antes de tiempo debido al frío y el hielo.

Cuando reaccionó, le informaron que su madre y sus mejores amigos, Francisco Abal, Guido Magri y Alexis Hounié habían muerto y que su hermana Susana, de 17 años, se encontraba mal herida. Como pudo, "Nando" se arrastró hasta donde estaba ella, abrazándola por un par de horas hasta que finalmente falleció.

"Para darles un regalo de amor, las invité a ese viaje (a su mamá y a su hermana) de fin de semana; me enojé muchísimo, no por lo que sucedió, sino porque no podía sentir, no podía llorar porque sabía que si lloraba perdería sal y entonces, tendría menos probabilidad de sobrevivir", indicó con la voz entrecortada.

Pasaron seis días y no había señales de los cuerpos de rescate. Marcelo trataba de tranquilizarlos, diciéndoles que pronto llegarían por ellos, sin que en realidad lo supiera, con tal de que el grupo no perdiera la tranquilidad y la esperanza.

El problema estaba en que hambre hacía de las suyas y no había más que dos tabletas de chocolate y media caja de cacahuates para un poco más de 20 personas. Tampoco había agua y dormir era todo un logro. Con tan bajas temperaturas, dormían en parejas, abrazados unos con otros y respirándose mutuamente, pues era la única fuente de calor.

10 días después y con una radio de transistores, lograron sintonizar una estación en donde justo pasaban noticias. El periodista informó que la búsqueda del avión había sido suspendida.

"Algunos lloraron, otros se abrazaban, otros se quedaron en blanco; yo me congelé en mente y cuerpo, no sabía qué hacer. Quise irme, pues lo que iba a pasar no me gustaba. Quedamos atrapados en esa cárcel de hielo sin poder irnos", agregó "Nando".

Siguieron pasando los días. No había nada qué comer y cuando se está en una situación límite "somos cero civilizados", por lo que entre los supervivientes hicimos un pacto de "donación" y fue así como optaron por comer la carne de aquellos que ya habían muerto, menos la de los familiares o la de las mujeres ahí perecidas. "No había más que una sola opción", indicó.

Parecía que las cosas no podían ser peor. El domingo 29 de octubre, por la noche y cuando se disponían a dormir, se escuchó un ruido bastante fuerte. Era una avalancha que descendía por las montañas, misma que sepultó gran parte del fuselaje del avión. 27 de los 29 supervivientes quedaron enterrados, entre ellos Fernando, quien segundos después será rescatado por sus compañeros. Ocho personas fallecieron, entre ellos Marcelo Pérez del Castillo.

Fernando se convirtió en el líder del equipo. Como pudo, rompió una de las ventanillas del avión y logró salir a la superficie, mientras el avión se encontraba a dos metros y medio debajo de la nieve. Tan sólo habían pasado dos semanas tras el accidente.

Luego de varios días, trazaron un plan de huida del lugar, pues la gente iba muriendo. Luego de varios días de análisis del mapa de vuelo, "Nando" junto con Roberto Canessa y Antonio Vizintín decidieron escalar las montañas, con la ilusión de que al cruzarlas, encontrarían un valle poblado en donde pedirían auxilio.

"Lo único que quería era abrazar a mi padre y decirle que no había perdido a toda su familia", era el pensamiento que siempre tuvo en mente Parrada, el cual lo impulsó el 12 de diciembre a emprender el viaje en busca de ayuda.

Tenían calculado hacer el recorrido de los mil 800 metros de montaña en un par de horas. En realidad, la ruta duró varios días, pues no tenían el equipo necesario para realizar la misión.

Fernando y Roberto son quienes continúan la travesía y después de varios días, tras 14 horas continuas de subir, "Nando" alcanza la cima, en donde sólo alcanza a ver montañas. "No contamos con que el avión cometió un error de vuelo y en lugar de viajar al sur, lo hizo al oeste", señaló.

Decidieron cruzar las montañas, sin parar, un trayecto que duraría 10 días. Cuando parecía que no habría más que hacer, encontraron un arroyo, el cual por lógica siguieron con la esperanza de encontrar un valle. Durante uno de sus descansos, lograron visualizar a un hombre a caballo del otro lado del río. Se trataba de Sergio Catalán Martínez, un arriero que llevaba a pastar sus vacas por la zona.

Con una piedra y un trozo de papel, lograron comunicarse con este hombre, explicándole quiénes eran y que solicitaban ayuda. De inmediato, Sergio partió en busca de los rescatistas, volviendo al día siguiente con ayuda. "Nando" y Roberto suben a un helicóptero para indicarles a los rescatistas en dónde estaban el resto de sus compañeros. La labor de rescate culminó el 23 de diciembre de 1972.

"Mi odisea comienza cuando regresé a casa. Llego y mi padre, en su locura absoluta del dolor, vivía ya con otra señora. Me voy a vivir solo y un mes después, me replanteo qué es lo que haría con mi vida".

Comenzó a trabajar en la empresa familiar y posteriormente, fundó cuatro negocios propios dentro del rubro de la comunicación. Un par de años después, contrajo matrimonio con una mujer llamada Veronique Van Wassenhove, con quien procreó dos hijas, Verónica y Cecilia.

"Eso fue enfrentar verdaderamente un cambio y eso me ha enseñado mucho en mi vida, no sé si lo que logré en mi vida empresarial lo hubiera hecho si no hubiera pasado por eso, esa experiencia realmente me dio resistencia y me enseñó a no aflojar nunca", dijo Parrado a todos los becarios ahí presentes.

Fernando aseguró que sobrevivieron por ser "un equipo fantástico". Logramos una ecuación fantástica; nos conocíamos desde los seis años. Sobrevivimos porque logramos la excelencia, lo que se aprende posteriormente en las universidades: liderazgo, trabajo en equipo, toma de decisiones, enfrentar las crisis y tuvimos a nuestro favor el azar o la suerte, que también determina muchas cosas en la vida", agregó.

"Nando" concluyó su ponencia con el siguiente mensaje alentador para el público que atentamente lo escuchó:

"Me ven como héroe, me llaman héroe, pero dentro de mí sé que no soy un héroe...me pueden llamar héroe, pero yo sólo quería salir de allí... Disfruten cada día, sigan su corazón y su intuición, no aflojen nunca; ya son líderes, crean en ustedes mismos. Recuerden que la vida no se mide por la cantidad de veces que tomamos aliento, sino por esos extraordinarios momentos que nos quitan el aliento y que en la mayor parte de las veces tiene que ver con el amor. Recuerden esto, porque nadie sabe lo que pueda pasar mañana".


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