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 EL SIGLO DE TORREóN

En ausencia por motivos de salud del señor Obispo de Gómez Palacio José Fortunato Álvarez Valdez, el Obispo emérito de Torreón Don José Guadalupe Galván Galindo, presidió en la Catedral de Nuestra Señora de Guadalupe la Misa Crismal.

En su mensaje, Don José Guadalupe Galván, dijo que dicha celebración es una Eucaristia que ocupa un lugar importante, tanto en la bendición de los óleos y consagración del Santo Crisma, como la renovación de las promesas sacerdotales, esas promesas que con tanta ilusión y alegría, cargados de esperanza hacemos nosotros el día de nuestra ordenación sacerdotal.

"El Obispo de la diócesis, el gran sacerdote, de quien deriva toda la vida cristiana de sus fieles, es quien debe de presidir esta solemne eucaristía, pero como ustedes saben, por motivos de salud, nuestro señor Obispo, Monseñor Fortunato Álvarez Valdez, se encuentra hospitalizado y por ese motivo, con gusto, estoy con ustedes haciendo sus veces. Les pido ofrecer esta eucaristía, así como nuestra oración confiada y perseverante, por su salud", señaló Galván Galindo.

El símbolo fundamental al que esta Eucaristía hace referencia al aceite o el óleo, o tal vez más exactamente, la unción sagrada que se realiza con este óleo, a los que, como dice la oración consagratoria del crisma, con palabras de un canto lleno de espíritu profético del Rey David, es el fruto del olivo que ya fue símbolo de la paz con ocasión del diluvio universal.

El óleo es una imagen que puede tener muchos significados diferentes. Según la antigua tradición, el aceite es un bálsamo para las llagas que da fuerza y vigor a los músculos debilitados.

En la Sagrada Escritura, se nos habla del óleo de la oración y de la vigilancia; aquel aceite de las lámparas de las vírgenes prudentes, del óleo como símbolo también de la paz, del ungüento perfumado de las fiestas; del óleo de la alegría, del óleo de la consagración de los sacerdotes; aquel que Moisés derramó sobre la cabeza de Aarón, óleo perfumado que desciende hasta la barba y hasta la orla de su vestido. Y por último, el óleo que sirve para ungir a los reyes y que precisamente da el nombre de Mesías al Ungido de Dios.

El siglo de torreón

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