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Mantienen alianza pese a todo

El siglo de torreón - agencias aee

Andrés Manuel López Obrador presentó a Marcelo Ebrard como parte de su equipo de campaña rumbo a la elección de 2018. Así, la mancuerna política que comenzaron en el año 2000 se mantiene a pesar de todo.

Entre ellos hay una relación de alianza que comenzó en el año 2000, apenas unos meses antes de la elección para jefe de Gobierno del entonces Distrito Federal, en la que contendían ambos: López Obrador por el PRD y Ebrard por el Partido del Centro Democrático (PCD) que había fundado con Manuel Camacho Solís (fallecido en 2015).

Apenas un intercambio de cartas, algunas reuniones y seguramente la oferta de formar parte de su gabinete, convencieron a Ebrard ese año para declinar como candidato en favor de López Obrador, quien ya al frente de la administración capitalina pudo devolver la moneda a Ebrard al designarlo secretario de Seguridad Pública, arroparlo frente a la embestida federal luego del linchamiento de dos agentes de la Policía Federal Preventiva en Tláhuac, en 2008, y finalmente apuntalarlo como su sucesor en el gobierno de la Ciudad de México, por encima de otros militantes del PRD de larga trayectoria.

Entonces había para ambos terreno suficente: López Obrador se perfilaba hacia la Presidencia, seguro del triunfo en las urnas, como ahora. Pero entonces toda la fuerza del perredismo giraba en torno suyo y, aunque resentidos algunos por el apoyo que había ofrecido a Ebrard, las encuestas abrían el horizonte del sol azteca hacia Los Pinos. Qué más daba entonces la jefatura del Distrito Federal si había la posibilidad de ganar, por primera vez para la izquierda, la elección federal. Ebrard, a su vez, podía proyectarse como el siguiente candidato presidencial del PRD, desde el Palacio del Ayuntamiento en la Ciudad de México.

La relación que comenzó en 2000 se fortaleció en 2005, cuando Andrés Manuel respaldó a Ebrard para sucederlo, aun cuando no se trataba del candidato natural del PRD. "Pero no hay que olvidar que el triunfo de López Obrador en el DF tuvo mucho que ver con la declinación de Ebrard, porque el partido sólo habría perdido aquella elección", reconoció en su momento el perredista Gilberto Ensástiga, al repasar los hilos de la alianza que han tejido Ebrard y López Obrador.

Esa alianza, sin embargo, tuvo que modificarse en julio de 2006. La derrota de López Obrador trastocó todo y modificó la geografía política para los dos. Vino el plantón en Reforma, la batalla electoral en tribunales y la inauguración del "gobierno legítimo" que exigió al PRD, sus aliados y simpatizantes desconocer a Felipe Calderón como presidente. La lealtad de los perredistas, a prueba.

Marcelo Ebrard respaldó a López Obrador y evitó el trato con Calderón. Al menos los primeros tres años de su gobierno. Sin embargo, funcionarios de su gabiente como Martha Delgado, quien se desempeñó como secretaria de Medio Ambiente, aseguraban que desde el primer día los instruyó a trabajar de manera coordinada con el Gobierno federal y dejar de lado la fricción política.

Progresivamente, Ebrard abrió la distancia con su antecesor. Mientras López Obrador recorría el país como "presidente legítimo", el jefe de Gobierno iba imponiendo su estilo y su propia agenda en la ciudad. "Él fortaleció la relación con las clases medias y logró revertir la separación con el sector empresarial", en una relación muy dañada desde el plantón en Reforma, dijo en una entrevista Alejandra Barrales, su colaboradora en la campaña por el gobierno de la Ciudad de México, más tarde su secretaria de Turismo y coordinadora de la fracción del PRD en la Asamblea Legislativa, desde donde operó la agenda "más ambiciosa y progresista" de iniciativas y reformas legales para los habitantes de la Ciudad de México, como el derecho al aborto y el matrimonio entre personas del mismo sexo, por sólo mecionar dos de los temas que López Obrador nunca asumió como prioridad y que el gobierno de Ebrard defendió ante la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

En el gobierno del DF Ebrard emprendió también su propia reingeniería administrativa y asignó la responsabilidad a René Cervera, su asesor entonces. "Si López Obrador abrió el tema de ayudas para grupos específicos, Marcelo extendió un abanico de acciones sin precedentes en la ciudad", dijo Cervera entonces. Algunas muy controversiales, por cierto, como las playas, la pista de hielo y hasta las ecobicis, la ciclovía y el cierre dominical de Reforma, dentro del Plan Verde, uno de los ejes más ambiciosos del gobierno de Ebrard.

Sin embargo, tuvo el tino de comenzar muy temprano esas y otras acciones -como el retiro de ambulantes en el Centro Histórico-- para tener tiempo suficiente de contener las críticas y la oposición.

 'LíDER NATURAL'

Marcelo Ebrard quiere ser Presidente, repetían sus más cercanos colaboradores en 2011, en las reuniones para promover sus aspiraciones y hacer el retrato de un político moderno, de ideas frescas y renovadoras, conciliador, pero firme, culto y bien arropado académicamente. Un gobernante, insistían, que ha sabido conciliar la política social y el bienestar colectivo con los intereses privados.

Pero una precupación rondaba siempre en las reuniones con distintos sectores: su relación con Andrés Manuel López Obrador. A nadie se le olvidaba que Ebrard, al menos durante los tres primeros años de su gobierno, respaldó al tabasqueño en su decisión de desconocer el gobierno de Calderón y aun evitó cualquier contacto con él, a menos que fuera obligado por el interés de la ciudad. Por eso la instrucción era salir del tema tan rápido y claro como fuera posible: la suya es una relación cordial, pero son políticos diferentes, explicaban sus operadores. Además, el apoyo de importantes líderes perredistas a sus aspiraciones demuestra la coincidencia con el proyecto de país que ofrece como candidato, insistían.

De modo que antes de caer en trampas, había que hablar de Equidad y Progreso, el verdadero amplificador de la imagen de Ebrard hacia el futuro y el lugar donde se cocinaba a fuego lento su verdadero proyecto político. Un proyecto que pretendía no sólo atraer la atención de los ciudadanos desencantados con los partidos y la política, sino convocar la participación de "todas las fuerzas progresistas del país", como ofrecía René Cervera, entonces director de la Fundación Equidad y Progreso.

Ebrard ganó tanta fuerza e influencia al frente de la Ciudad de México, que a punto estuvo de arrebatarle a López Obrador la candidatura presidencial del PRD y sus aliados en el proceso electoral de 2012. Ebrard incluso desplazó a López Obrador en las encuestas y en los espacios de influencia del PRD, en el cual se perfiló como "líder natural" en el lugar que ya no habitaban ni Cárdenas ni López Obrador.

 EL PASADO SE REPITE

Para entonces, López Obrador ya había fundado Morena como movimiento al margen del PRD. Pero ambos acordaron definir la candidatura por el método de encuesta, a propuesta del mismo Ebrard. Uno y otro sabían que, divididos, la izquierda no tenía posibilidades en las urnas.

A Ebrard le habían bastado seis años de militancia perredista para consolidar su liderazgo en el PRD y colocarlo en una posición estratégica entre las corrientes dominantes de ese partido, aun por encima de López Obrador.

Los perredistas, aun aquellos que lo habían rechazado al interior del PRD como Jesús Ortega, le reconocían influencia y su intervención para evitar entonces una ruptura en ese partido, en medio de la batalla por la presidencia nacional de ese partido.

Pero el 13 de noviembre de 2011, el pasado se repitió de otra manera. Ese domingo, mientras el PRD transitaban hacia la derrota en Michocacán --la entidad que gobernaron durante diez años--, Marcelo Ebrard y Andrés Manuel López Obrador esperaban en la Ciudad de México los resultados de la encuesta que las empresas Nodo y Covarrubias habían aplicado a 6 mil personas para definir, de entre ellos, al próximo candidato de la izquierda a la Presidencia de la República.

Cada uno se mantuvo atento a las dos pistas. López Obrador desde su casa y Marcelo Ebrard en sus actividades como jefe de Gobierno. Ese día se dirigió al Parque México, de la colonia Condesa, para emitir su opinión en la consulta ciudadana sobre el presupuesto participativo 2012 y durante unos minutos intercambió opiniones con algunos vecinos que lo abordaron para expresarle alguna queja o mostrarle su apoyo. Luego se dirigió a su oficina para seguir el proceso electoral en Michoacán, mientras esperaba que las encuestadoras concluyeran el procesamiento de datos de los cuestionarios, ante los ojos de los colaboradores que cada uno mantuvo durante el proceso. A Ebrard lo representó René Cervera, entonces director de la Fundación Equidad y Progreso, su asesor en la administración capitalina y colaborador suyo desde hace más de 20 años. Por López Obrador estuvo Octavio Romero, tabasqueño como él y quien se desempeñó como su oficial mayor en el gobierno del DF.

Hacia el final de la tarde se despejó la incógnita: Marcelo Ebrard había perdido y de nuevo tenía que aplazar su futuro político para dejar mano en el juego electoral a López Obrador. Como en el 2000, cuando declinó en favor de aquel como candidato a la jefatura de Gobierno del Distrito Federal, en una elección que el perredista pudo ganar por la diferencia de los votos que aportaron el Partido del Centro Democrático (PCD) -que postuló a Ebrard-- y otras fuezas políticas locales. Sólo así el PRD logró contrarrestar el efecto de Vicente Fox en favor del candidato del PAN, Santiago Creel.

 ENCUESTA DECISIVA

Ese mismo domingo 13 de noviembre de 2011, Ebrard se trasladó al departamento de López Obrador en la colonia Del Valle, para definir posiciones y la estrategia de los días por venir. Ya habían tenido otras reuniones, cuando acordaron la encuesta como método de selección del candidato del PRD a la Presidencia de la República.

Esta propuesta que nació de Ebrard se abría como el camino más viable para evitar una campaña interna en el PRD, que profundizara la confrontación entre las corrientes de ese partido, las cuales ya jugaban sus cartas en favor de uno y otro. La división, sin embargo, no ayudaba a ninguno en sus aspiraciones y por eso se comprometieron a aceptar los resultados del sondeo, influir en sus seguidores para evitar el conflicto y contribuir a restablecer la maltrecha unidad entre perredistas.

Esa noche en la casa de López Obrador ratificaron el acuerdo de unidad y afinaron otros temas, antes de hacer públicos los resultados de la encuesta.

El mismo Ebrard explicó entonces en varias entrevistas los puntos que amarraron el acuerdo de entonces con López Obrador. Entre ellos: zanjar el conflicto con el PRD y los líderes de las corrientes que no lo apoyaron (como Nueva Izquierda, que lideran Jesús Ortega y Jesús Zambrano), evitar la confrontación entre grupos en la capital del país, en la elección de candidatos; asumir una posición más moderada frente a las clases medias y los empresarios, abrirse al exterior, abanderar los derechos de las minorías y trabajar juntos en la construcción de un frente amplio de izquierda como el que se formó en Uruguay en 1971, y que terminó con la dictadura en ese país.

De todo ello habían hablado antes y sólo quedaba que López Obrador ratificara el compromiso de asumir estos acuerdos. Y así lo hizo.

Al día siguiente, el lunes 14 de noviembre de 2011, repitieron el encuentro. Esta vez se reunieron por la noche en la que era la sede de la Fundación Equidad y Progreso, en la colonia San Miguel Chapultepec, acompañados de sus equipos de confianza. Con ellos revisaron juntos las encuestas y acordaron los detalles de la conferencia de prensa que ofrecieron el martes 15 en el hotel Hilton Alameda, donde Ebrard aceptó los resultados, convocó el apoyo para López Obrador y recibió de éste su reconocimiento.

Allí expresó: "La propuesta que encabezo respeta la decisión de la ciudadanía. Es momento de que demos paso a la unidad, de una propuesta que sea capaz de representar a las izquierdas, que se respete a todos, pero sobre todo que vayamos en una política de consenso que vaya hacia la defensa de los derechos y las libertades".

Pero en su equipo había decepción y desencanto. Ebrard había citado a su gabinete el martes 15 de noviembre, a las tres de la tarde, apenas unas horas después de que aceptara su derrota y anunciara su permanencia al frente del Gobierno del Distrito Federal.

Cuando Ebrard llegó acompañado de su esposa, Rosalinda Bueno, encontró caras largas, ojos llorosos, un sentimiento compartido de frustración al escuchar a su "jefe", unas horas antes, aceptar los resultados de las encuestas que lo sacaron de la contienda por la candidatura presidencial. Mientras la reunión comenzaba, en el patio y la sala de juntas de la fundación hubo confesiones compartidas: esperaban más de la gente, reprochaban los seis años de "campaña" de López Obrador, la "mano negra" de las corrientes perredistas, el apoyo insuficiente dentro de ese partido, la inequidad de la ley electoral que impidió a Ebrard hacer precampaña.

En la reunión Ebrard confirmó su permanencia en el cargo hasta el 5 de diciembre de 2012, luego de decidir que no aceptaría contender como candidato al Senado o la Cámara de Diputados. Sin pesadumbre lamentó los resultados del sondeo y llamó a su gabinete a redoblar los esfuerzos en el último tramo de gobierno para abonar en una imagen positiva de la ciudad entre los electores de clase media.

A sus operadores políticos en San Lázaro, la Asamblea Legislativa y el PRD DF, con quienes se reunió más tarde, les pidió apoyar la candidatura de López Obrador y trabajar por la unidad y la fortaleza de su partido.

 JUNTOS OTRA VEZ

A pesar de la derrota, Ebrad ganó y se consolidó como un líder bien afincado en el PRD, con influencia y poder en la estructura nacional y local. Sólo dos semanas después de aquella conferencia en la que se anunciaron los resultados de las encuestas, Ebrard logró sentar a la mesa a los adversarios internos. Por un lado, López Obrador, el diputado federal Alejandro Encinas y Dolores Padierna, la secretaria general del PRD y líder de la corriente Izquierda Democrática Nacional (IDN). Por el otro, los antagonistas: Jesús Ortega y Jesús Zambrano, como representante de Nueva Izquierda. Todos juntos en una reunión privada y más tarde en conferencia de prensa en la que anunciaron la reconciliación y el fin de las hostilidades entre las dos corrientes perredistas más poderosos y, a su vez, entre López Obrador y los chuchos, quienes habían marcado distancia mutua desde que la dirigencia que encabezó Ortega reconoció a Calderón como presidente y promovió las alianzas electorales con el PAN.

Esa victoria de unidad en el PRD, que se había anotado Ebrard, los observadores políticos la calificaron como un movimiento que lo colocaba como candidato natural para la Presidencia en 2018. Pero de nuevo el destino se interpuso cuando estalló el escándalo de la Línea 12 del Metro, cuya operación hubo que suspender por fallas atribuidas a la corrupción, a defectos técnicos y a una mala planeación de la obra más cara construida en la Ciudad de México.

Al frente de la emboscada contra Ebrard estuvieron nada menos que dos de sus hombres de confianza el pasado: Miguel Angel Mancera, su procurador y a quien le había confiado la candidatura, para el gobierno de la Ciudad de México, y Joel Ortega, a quien había encumbrado como jefe de la policía en la capital y se desempeñaba con Mancera como director del Metro.

Desde todos los frentes hubo acusaciones de corrupción contra Ebrard y una andanada política que lo llevó al exilio en París durante más de 2 años.

Hoy, sin embargo, está de vuelta de nuevo de la mano de López Obrador, quien le ha confiado la coordinación de su campaña por la Presidencia.

Sergio Aguayo, profesor e investigador del Centro de Estudios Internacionales del Colmex y presidente de Propuesta Cívica, me recomendó un día buscar las pistas de la estrategia política de Marcelo Ebrard, en un artículo escrito en los setenta por Manuel Camacho, su maestro en El Colegio de México y en la política.

Aquel texto se titulaba "Los nudos históricos del sistema político mexicano" y allí argumentaba que un pequeño grupo podía posicionarse siempre que tuviera cohesión, inteligencia, entre otras características.

"Camacho estaba pensando entonces en el grupo de Carlos Salinas de Gortari, pero el modelo es el mismo. Cuando fracasa en su intento de ser Presidente y crear un partido, mantiene esa estrategia. Y Marcelo, que fue su hombre de confianza de toda la vida, sigue la misma lógica", explicó en su momento.

Esta tesis no excluye otras aptitude de Ebrard. Pero hay quienes consideran que su mayor acierto fue declinar en el año 2000 por López Obrador y convertirse en un hombre cercano a él. Porque Ebrard tiene una debilidad política: las bases sociales, sobre las cuales está construida la fortaleza de López Obrador.

Agencias

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