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Nuestro rostro, una llave con 'dos filos'

 MADRID, ESPAñA.- Usted ya adquirió el smartphone más moderno y rápidamente quiere aprovechar todas sus funciones, sobre todos aquellas que son la novedad.

Varios de los modelos recientes tienen la posibilidad del reconocimiento facial, la cual se define como "una aplicación dirigida por ordenador que identifica automáticamente a una persona en una imagen digital", en este caso de su rostro.

Pero se ha puesto a pensar hasta donde puede permitir esta opción que seamos vulnerables de nuestra identidad en este mundo cada vez más virtual.

Desde que alguien te puede hacer una foto por la calle y conseguir saber quién eres para contactarte. La tecnología del reconocimiento facial viene cargada de comodidades, sí, de promesas de una mayor seguridad, pero la expansión de toda una industria de seguridad que va desde la vigilancia de todos tus movimientos, hasta el control de tus opiniones o ideas, algo muy cercano a la novela de George Orwell, 1984.

Según el diario español El País, esta función dio sus primeros pasos a mediados de los años sesenta. Aquellos primeros intentos de usar un ordenador para reconocer una cara humana han desembocado en una tecnología que ha alcanzado un nivel de madurez asombroso.

Prueba de ello es el iPhone X, que consagra algo que hace unos años pertenecía al dominio de la ciencia-ficción: desbloquear un teléfono con la imagen de nuestra cara.

"Cuando te encuentras una tecnología como esta en un artefacto de consumo como el teléfono", afirma Enrique Dans, profesor de Innovación en el IE Business School, "quiere decir que con ella ya se puede hacer de todo".

En China, país que se ha marcado como objetivo convertirse en líder en investigación y aplicaciones de inteligencia artificial en 2030, uno ya puede escanear el rostro con la aplicación de móvil Xiaohua Qianbao y pedir un préstamo al banco virtual operado por Xiaohua; acudir a un Kentucky Fried Chicken de la ciudad de Hangzhou y pagar con una sonrisa -Smile to Pay, sonríe para pagar, es el último sistema desarrollado por la aplicación de pagos online Alipay-; controlar la asistencia a clase de alumnos de la Universidad de Comunicaciones de Nankín.

Allí, la tecnología avanza con paso firme de la mano de Face++, start-up china que derrotó a finales de octubre a equipos de Facebook, Google y Microsoft en pruebas de reconocimiento de imagen en la Conferencia Internacional de Visión por Ordenador celebrada en Italia. Ese mismo mes la compañía levantó 460 millones de dólares en una ronda de financiación.

El mercado del reconocimiento facial mueve ya más de 3,300 millones de dólares ) en el mundo y podría llegar a 7,700 millones de dólares en 2022, según la consultora MarketsandMarkets. Bancos, compañías aéreas, de telefonía, fabricantes de ordenadores, todos se abren a esta nueva forma de identificación biométrica que supone un salto adelante frente a la huella dactilar y el iris.

Pero la cara no es lo mismo que la huella dactilar. Esta tecnología consta de dos modalidades básicas, como explica en conversación telefónica desde Michigan el gran experto Anil K. Jain, profesor de ingeniería informática y director del grupo de investigaciones biométricas de la Universidad de Michigan.

El de autentificación o detección de cara (face detection), en el que el sistema compara dos imágenes: la que hemos almacenado en el teléfono -en el caso del iPhone- y un modelo 3D que crea a partir del rostro que se presenta frente a la pantalla.

Y la de búsqueda de cara (face search), en que se cruza una imagen con las almacenadas en una base de datos para ver que coincidan -para identificar a desconocidos-. "En esta segunda es mucho más fácil cometer errores", explica Jain. "Necesitas ordenadores potentes y amplias bases de datos con millones de caras".

Es esta segunda modalidad la que ha disparado el debate sobre la privacidad y las libertades. Su combinación con la creciente autoexposición en redes sociales está dando la puntilla a la era del anonimato.

Al final la cuestión es en qué manos cae el uso de esta tecnología y el manejo de nuestros datos. Países con problemas de derechos humanos y libertades disponen de un tremendo instrumento de persecución de disidentes.

El control, por si el que se puede ejercer a través de los dispositivos que manejamos no fuera ya suficiente, franquea una nueva frontera. ¿Alguien se imagina esta tecnología en manos de un Gobierno de extrema derecha en Europa? ¿O en un país gobernado por islamistas radicales?

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